Entre acordes y copas de ron, la tuna reía
y gozaba. Los pardillos serviciales estaban a la orden del Tuno.
Frente de aquel grupo de voces,
cuerdas y versos se encontraba una mujer, de hermosa silueta contorneada cual
cordillera, de ojos marrones y pelo cual hilos de oro.
Entonces uno de los que portaban la
valiosa beca proclamó con voz mandona:
- - ¡Sopista
ven! – ese era el apodo de un pardillo dentro de esta negruzca agrupación.
- - Necesitamos
inspiración, pardillo. Así que, tu misión será conseguir que aquella hermosa
rubia venga a acompañarnos.
Aquel Pardillo, vestido cual cuervo,
va a sus hermanos pardos a pedir apoyo. La gran virtud de la Tuna es su
hermandad. Sopista rápidamente comunica la orden.
Entonces, tres desgraciados pardillos,
que se encontraban aquella negruzca noche, se acercan valientemente a la hermosa chica.
- - Buena
noche, señorita. Pertenecemos a la prestigiosa Tuna y somos un grupo que admira
a la mujer y nos sirve de inspiración - entonó Sopista
- -
Lo
que le pedimos es que venga con nosotros para conversar y dedicarle nuestras
canciones - dijo Obijuan
- -
Lo
siento, chicos. Pero no puedo moverme de aquí. Tengo cosas importantes que
hacer.
- - Señorita,
quisiera dedicarle un poema, para que vea el aprecio que sentimos hacia la
mujer y así reconsidere su decisión -
dijo cortésmente Obijuan y se arrodillo junto a sus hermanos – Por un beso de
su boca dos abrazos le daría, tres suspiros que demuestres, cuatro veces mi
alegría y en la quinta sinfonía de mi sexto pensamiento, siete veces le diría,
las ocho letras de un te quiero, pues nueve veces por usted vivo pero diez por usted
muero – declamó con una voz suave y aterciopelada.
La chica se quedó cautivada con tan
hermoso detalle, pero dijo:
- -
Estoy
alagada por su consideración, pero no puedo tengo que trabajar.
Ante la negativa que resonaba en sus
oídos cual eco eterno, Chasqui, el más veloz, es enviado a dar las noticias.
- -
Tuno
Narciso… lo intentamos pero ella no…
- -
¡Pardillo
tonto! No puedes hacer nada bien. Ahora quiero que le canten una canción y no
se atrevan a desafinar.
Eran como ratones encarcelados sin
poder hacer nada. Luego de afinar instrumentos, comenzaron a dar vida al
ensueño y a pintar la realidad en cada nota. Al acabar temían caer en el
barranco si esos lindos labios volvían a decir que no.
- -
Muchachos,
en verdad lo siento pero no puedo. Debo quedarme aquí a trabajar.
No pudiendo hacer más, aquel grupo
tenía que dar la noticia. Había caído sobre ellos la presión de cargar con el
Sol y se habían quemado.
- -
Tuno
lo lamentamos, pero… no quiere venir - dijo Sopista
- -
¡Pardillos
inútiles! ¡Nada pueden hacer bien! ¡De rodajas! – ordenándoles así que se
arrodillaran - Y van a ponerse chapitas en las rodillas - ordenó-. Hermanos Tunos
vamos a conseguir los que los pardos no pudieron.
Comenzaron a llenar el ambiente
silencioso de la noche con versos y notas de amor, mientras se dirigían a
aquella bella chica.
- -
Hoy
la Tuna viene a cantar, a la más hermosa del lugar, mil y un versos te dijo,
porque por tu amor yo vivo – cantó Narciso
Continuaron alagando a la chica. Ella
con cada palabra sentía una satisfacción y veía a ese grupo como el juguete
detrás del aparador en los ojos de un niño.
- -
Gracias
muchachos. Me siento halagado.
En la cúspide del momento se
desprendió una voz ronca. Eso hizo percatarse al grupo de Tunos de detalles,
que con la euforia no hubieran notado. Indagaron en su cuerpo, cual detective
buscando pistas. Notaron rápidamente rasgos inusuales en una mujer, desde una
garganta gruesa, hasta un bulto entre las piernas y ropa muy provocativa para
ser de noche.
Los Tunos no se equivocan, es lo que
se profesa en la Tuna. Lo que dedujeron seria resguardado bajo caja fuerte de
conciencias. Los cantores se despidieron y agradecieron la atención de la
persona y regresaron con sus pardillos.
- - ¡Pardos levántense! Ven así se hace. Y ahora quiero que me embarquen una botella de ron – ordenó - para pasar el trajo amargo- susurró.
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